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Carta de un profesor recortado

Carta de un profesor recortado 1

Señores ministros, políticos, presidentes y resto de sujetos que gobiernan nuestra educación: Soy un profesor recortado, no porque sea pequeño -que lo soy-, sino porque como cualquier hijo de buen vecino sufro los recortes de un gobierno que cada día me recuerda más al mismísimo Eduardo Manostijeras.

Los que me conocen en personas están harto enterados de la pasión que pongo en mis clases de ciencia y el empeño que doy en que mis alumnos adquieran una postura científica y escéptica en su propio estilo de vida.

 

Fundamentalmente por dos razones: porque me parece precioso conocer cómo funciona el mundo que nos rodea y porque me sentiría egoísta al no proporcionar herramientas para luchar contra los engañabobos y los oportunistas.

 

Por desgracia o por suerte, según se mire, a mis alumnos les llegan informaciones variadas, la mayor parte de ellas son erróneas o incompletas. En realidad es una oportunidad que se les brinda para conocer y analizar distintas posturas ante una misma situación.

 

El problema es que tenemos docentes en el sistema educativo que fomentan y dan pábulo a todo tipo de actitudes anticientíficas, sumiendo al futuro de nuestro país en un desequilibrio de la razón basado en un relativismo exasperante. Todo el mundo tiene derecho a opinar, es algo que no voy a negar, Sr. político, pero entienda que los edificios deben diseñarlos los arquitectos y el pan debe elaborarlo un panadero. El panadero podrá opinar todo lo que quiera de edificios y el arquitecto podrá opinar de panes. ¿Pero a alguien se le ha ocurrido alguna vez ir a un estudio de arquitectura a comprar pan? Sr. político, ¿ha ido usted a diseñar su ayuntamiento a una panadería? Bueno, esto último tal vez sí, así nos va. Que sí, que cualquiera puede opinar lo contrario. ¿Pero de verdad es lógico que se vaya enseñando a los chiquillos que las profesiones y las competencias no sirven de nada?

 

Perdone que me vaya por las ramas, vayamos al grano: los recortes. No entraré a debatir si los recortes son o no buenos, aunque le supongo lo suficientemente inteligente como para que pueda pensar cuál es mi postura. Lo que sí veo es que podrían ustedes enfocar los recortes, afinar en el personal. No recortar cantidad sino falta de calidad. Me explico con un ejemplo. Suponga -un caso muy real, créame- que un docente o una docente -pongamos, por ejemplo, de letras- obliga a los niños aprendan las siguientes ideas:

 

– El pan es muy malo (pero la cerveza no).

 

– Comer carne es de bárbaros (pero el jamón si se puede comer).

 

– Las vacunas son un invento de las farmacéuticas.

 

– El sida no existe.

 

– El cáncer se cura haciendo que el paciente sea feliz.

 

– El microondas provoca cáncer (lo cual, unido a la anterior afirmación, lleva a una conclusión curiosa: si calientas la leche en el microondas riéndote no tienes cáncer; una opción sería cantar la Novena de Beethoven mientras usas el microondas).

 

– Los móviles provocan cáncer (ídem).

 

– Las redes wifi provocan cáncer (ídem).

 

– Los dogones son una tribu que habla con extraterrestres.

 

– El hombre no ha llegado a la Luna.

 

– Quizás el hombre llegó a la Luna, pero si lo hizo encontró ruinas extraterrestres.

 

– El agua cura todas las enfermedades porque tiene memoria.

 

– Si un compañero de clase se marea (lipotimia) se cura con imposición de manos.

 

– Para estudiar hay que juntar tres dedos de la mano derecha.

 

– El 11S es una conspiración yanki.

 

– Uri Geller dobla cucharas con el poder de su mente.

 

– Las personas nos comunicamos telepáticamente.

 

– Tomar una cuchara de aceite antes de beber alcohol hace que no te emborraches. Es ideal para ferias y bodas.

 

– Súmese cualquier otra conspiración o idea extravagante. Si es contraria a las que ya se ha expuesto, da igual, también vale.

 

Visto este ejemplo de un/a profesor/a que explica y obliga  los niños a aprenderse estos dislates, ¿no podrían ustedes recortar en insensatez? A ver, Sr. Político, no me malinterprete. Me parece interesante que todos estos temas se traten en clase, de hecho yo lo hago muy a menudo. Pero debemos adoptar una postura de precaución: si algo no muestra evidencias de verdad se deja apartado hasta que se verifique. Otra postura nos lleva a absurdos de todo tipo. Yo puedo llegar a clase diciendo que he visto un elefante rosa volando y enfurecerme si los alumnos no se lo creen, ¿ve usted profesionalidad en esta actitud?

 

Pues es similar a la situación que vemos cada día en profesores/as de este tipo, a saber, la de ir gritando por tener razón cuando se dicen cosas como que la leche es malísima incluso para los niños, por poner un ejemplo que arriba no había incluido. La carga de la prueba reside en quien da la afirmación anómala. De eso sabéis mucho los políticos, aunque no siempre lo lleváis a buen puerto.

 

“¿Y qué problema tiene que los niños crean e la power balance y en ecobolas?, podrán decir los Srs. ministros y políticos. Pues el problema es triple. El primero es una oportunidad genial para el Gobierno, así que ni le va ni le viene: crea una sociedad de incultos científicos que no entienden lo que ven y usan. Genial porque así sólo hay que ponerle leones y circo, perdón, quería decir fútbol y OT.

 

El segundo es el de malos consumidores, es decir, personas de a pie que compran tonterías como CDs que alargan el pene o los pechos si se escucha mientras duerme. Esto puede venir bien también al Gobierno si por cada producto se lleva una parte con los impuestos pertinentes.

 

Pero el tercero de los problemas no debería dejarlos dormir: hay personas que enferman o mueren por no tomar los medicamentos adecuados o por una alimentación no equilibrada. Sin ir más lejos, cuentan que un tipo murió porque afirmaba que podía vivir alimentándose solo de la luz del sol. Hay cuadros clínicos de cáncer que solo pueden curarse -hoy por hoy- con quimioterapia. Cambiar esto por un tratamiento psicológico para que la persona sea feliz es un asesinato.

 

Veo cada día cómo a mis alumnos intentan convertirlos en incultos, malos consumidores e ignorantes de su salud. Sr. Político, veo cómo cada día a mis alumnos les enseñan estas cosas como algo impuesto. Por suerte, la mayoría se sonríe por la ingenuidad de las afirmaciones.

 

Recórtenme el sueldo, Sr. Manostijeras, recórtenme en aulas aumentando el ratio de alumnos, Sr. Manostijeras, recórtenme en medios físicos, Sr. Manostijeras. Pero Srs. recortadors, recórtenme también la necedad que inunda a veces la profesión docente.

 

 

Fuente: amazings.es

 

 

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