En las zonas sísmicas, la construcción de edificios es un proceso crítico debido al riesgo de daños por terremotos que pueden suceder de forma periódica. En estas zonas, es fundamental diseñar estructuras y cimentaciones que tengan en cuenta los esfuerzos extraordinarios a las que pueden ser sometidas en eventos sísmicos, según prescriben las normativas de edificación contra sismos que existen en los países con tal riesgo.
Salvo excepciones, cuando no hay riesgo sísmico, en el diseño de cimentaciones y estructuras se considera el suelo únicamente como soporte de las mismas, es decir, como un elemento resistente que va a tener deformaciones moderadas de componente básicamente vertical. En esencia, el edificio le transmite cargas al terreno e induce movimientos en el mismo y no al contrario.
Cuando sucede un evento sísmico, el terreno pasa a ser un elemento activo que transmite movimientos y deformaciones al edificio de una magnitud para la que la estructura puede no estar preparada.
Según las teorías actuales, los efectos más devastadores de los terremotos son consecuencia de las llamadas ondas de Rayleigh que mueven el suelo tanto en vertical como en horizontal en la dirección de su propagación.
Las características más relevantes para el comportamiento de una estructura durante un sismo son la Resistencia contra fuerzas horizontales y la Ductilidad o capacidad de la estructura para deformarse sin roturas.
Además de estas características generales, en zonas sísmicas especialmente críticas, se contempla la colocación de aisladores y disipadores sísmicos que se colocan entre la cimentación y la superestructura del edificio con el fin de mejorar su respuesta amortiguando y absorbiendo la energía y reduciendo sus deformaciones.
A este respecto, es muy interesante el uso de inyecciones de resina expansiva que proponen empresas especializadas en recalce de cimentaciones y consolidación de suelos con esta técnica mini invasiva.
La consolidación del terreno bajo la cimentación mediante esta técnica puede formar parte del proyecto de mejora sísmica de los edificios con el objetivo de conseguir una distribución más uniforme de las presiones de contacto y favorecer una mayor distribución de la carga gracias a un ensanchamiento de la huella de la cimentación, incrementando al mismo tiempo las prestaciones mecánicas del terreno.
Tras un sismo de cierta magnitud, es necesario que técnicos especialistas realicen un estudio del estado en que ha quedado la estructura. Estos daños pueden ser irreparables y hacer necesaria la demolición completa del edificio por no poder garantizar la seguridad de las personas en su interior. Sin embargo, lo más habitual, si el edificio ha sido construido siguiendo las normativas adecuadas, las consecuencias de un sismo son grietas en paredes y daños estructurales subsanables. Es entonces cuando se hace necesario acometer trabajos de reparación y rehabilitación que pueden incluir el recalce de cimentaciones. Éste puede llevarse a cabo con técnicas poco invasivas como: inyecciones de resina expansiva para la consolidación del terreno, como se ha mencionado antes, micropilotes hincados por empuje continuo cuando es necesario trasladar las cargas de la cimentación a mayor profundidad.