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¿Es sostenible nuestro sistema de pensiones?

¿Es sostenible nuestro sistema de pensiones? 1

La semana pasada, tras leer el lúcido artículo ‘Jubilaciones’ de mi admirado Antonio Miguel Carmona, me quedó grabada a fuego una de las preguntas que formulaba al final del mismo: “¿Es sostenible nuestro sistema de pensiones?”, pregunta que, confieso, no me pude quitar de la mente hasta que decidí responderle con un comentario que ahora utilizo como hilo conductor del presente artículo.

Le decía al profesor Carmona que, parafraseando a Bob Dylan, tal vez la respuesta estuviera en el viento, pero me pareció que era como escabullirme de un asunto que me preocupa seriamente, más por las inciertas pensiones que mañana pueda cobrar mi hijo que por la imprecisa paga de jubilado que, en teoría, me aguarda a la vuelta de una insegura esquina. 

 

¿Es sostenible nuestro sistema de pensiones?



En su artículo, Carmona complicaba hábilmente el panorama con una estrategia de viejo profesor consistente en formular preguntas sin ofrecer respuestas: “¿Creceremos lo
 suficiente? ¿Generaremos bastante empleo?”, dijo como si estuviera ante sus alumnos un día lectivo cualquiera. Y entonces  intuí que por ahí debería andar la respuesta y me aventuré a plantear que la  sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones solo se conseguiría  si creciéramos lo suficiente para poder reducir la tasa de desempleo que afecta a nuestro mercado laboral.

 

Crecimiento versus austeridad

Cuando la crisis puso de manifiesto todo el daño que era capaz de generar, muchos apostaron (yo entre ellos) por la política de crecimiento que recomendaban muchos creíbles expertos y premios Nobel de economía en oposición a las severas medidas de austeridad que dictaba el Fondo Monetario Internacional. Fue así como surgió el controvertido dilema ‘crecimiento versus austeridad’ como un debate dicotómico ya no solo en  las dos vías de resolución propuestas sino en los dos círculos viciosos que se entrelazaban en su planteamiento: uno económico y el otro político.

 

El FMI dice que se equivocó

Y precisamente ahora, mire usted por donde y tras dejar exhausta a media Europa a golpe de tijera, con arrojo y sin un ápice de vergüenza, el economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, ha reconocido el ‘error’ que cometió el organismo al que pertenece cuando recomendó a los gobiernos europeos que se aplicara una política de recortes para combatir la crisis: una lamentable ‘equivocación’ que no habría cometido un estudiante de primero economía habida cuenta que, igual que dos más dos son cuatro, "a más recortes, siempre hay más recesión". 

 

Llegado a este punto, cabría preguntarse si realmente hubo un ‘error’ o tal vez fue solo ‘estrategia’, aunque preferiría no profundizar en ello, al menos por ahora, pues tiempo habrá de analizarlo y no es esta la cuestión que ahora nos ocupa.

 

Pero sí que enfatizaré en mi indignación porque alguien (en este caso el señor Blanchard) diga “me he equivocado” con la impune tranquilidad de quien sabe que no será castigado por mucho que yerre. Y si enfatizo en ello es porque estas excusas de mal pagador me hacen recordar los argumentos esgrimidos en los juicios de Nüremberg (‘solo obedecía órdenes’ ‘me equivoqué’…) por quienes pedían ‘perdón’ y una clemencia que ignoraron cuando cometieron los actos por los que eran juzgados así como también sus consecuencias y la responsabilidad que contraían.

 

El oráculo de Perogrullo

Como suelo hacer cuando necesito respuestas sabias para resolver cuestiones complejas, le he consultado a mi amigo Perogrullo el espinoso tema de las pensiones planteado y he obtenido de él la siguiente respuesta: 

 

“Las pensiones solo serán sostenibles si se mejora la relación entre la población laboral activa y la población pasiva”. 

 

Acto seguido le he preguntado al sabio maestro de la 
’lógica simple’ (como a él le gusta llamar a  su doctrina) por el modo en que podría mejorarse tal relación, y él, engolando la voz como es su costumbre, ha sentenciado con rotundidad: 

 

“Si de verdad  queréis crecer, deberéis abandonar las restricciones y apostar por el crecimiento económico. Se impone que Angela Merkel corrija su rumbo actual, ceda posiciones y comparta su ruta con la del presidente de Francia, Francois Hollande. Juntos deben navegar por los procelosos mares de la crisis y no exigir ya más sacrificios a 
los damnificados países del sur europeo”. 

 

De inmediato, y poco antes de que se desvaneciera ante mí, teatralmente como siempre, Perogrullo me ha mirado  a los ojos y ha formulado su última sentencia: 

 

“No hay más puerta a 
la esperanza que la apuesta por el crecimiento”.


 

Y yo, como apóstol de su sabiduría y discípulo de su enseñanzas, me he apresurado a dar fe de todo ello.

 

Alberto Soler Montagud

 

 

Fuente: lainfinitaespiral.blogspot.com.es

 

 

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